Las 4 fases asociadas a la jubilación: lo que no te contaron (y necesitas saber)
- ACJ

- 8 ago
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Actualizado: 11 ago
Cada año, entre 30.000 y 40.000 uruguayos se jubilan
¿Qué ocurre después del último día de trabajo? ¿Qué se siente? ¿Cómo afecta emocionalmente la jubilación? ¿Es normal sentirse desorientado o incluso deprimido? ¿Se puede reinventar uno en esta etapa? Si la esperanza de vida supera los 77 años muchas personas vivirán entre 20 y 30 años como jubilados. ¿Estamos preparados? ¿Cómo ve esto la ACJ?
Estas son las preguntas que también impulsaron al Dr. Riley Moynes, académico canadiense, a investigar en profundidad la experiencia emocional de jubilarse y lo que sigue. Tras entrevistar a decenas de personas ya jubiladas y vivir él mismo el proceso, identificó un patrón que se repite en la mayoría de los casos: cuatro fases emocionales y psicológicas por las que atravesamos al retirarnos del mundo laboral. Este artículo recoge su charla TEDxSurrey titulada “The 4 Phases of Retirement”, y la complementa con datos del contexto uruguayo. Porque jubilarse no es solo dejar de trabajar: es entrar en una nueva etapa de vida que puede ser confusa, desafiante y, si se transita bien, profundamente gratificante.
🎥 Ver la charla completa (12 min) o te la resumimos aquí.
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Jubilación en Uruguay: una etapa que abarca a cientos de miles de personas
Cada año, entre 30.000 y 40.000 uruguayos se jubilan. Según las proyecciones optimistas del sistema previsional, en 2025 habrá 32.786 nuevas jubilaciones. Y el total de personas que accede a pasividades en el país es aún mayor si sumamos las jubilaciones por invalidez y pensiones por fallecimiento.
Datos del Banco de Previsión Social (BPS):
492.000 personas jubiladas por el sistema común
227.000 pensiones de sobrevivencia
88.675 pensiones asistenciales
Cerca de 2.000 personas jubiladas continúan trabajando, amparadas por las reformas recientes
Si consideramos que la esperanza de vida supera los 77 años, es razonable pensar que muchas personas vivirán entre 20 y 30 años como jubilados. ¿Estamos preparados para eso?
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No solo es cuestión de plata: también hay que prepararse física y emocionalmente
Mientras que la mayoría de los materiales sobre jubilación se enfocan en los ahorros, las inversiones o el patrimonio, Moynes identificó que muchas personas atraviesan un camino interior complejo. Algunas lo transitan sin saber lo que ocurre, otras se estancan. Pero hay una buena noticia: hay un mapa. Un marco que describe lo que sucede y ayuda a entender en qué etapa estás y hacia dónde se puede avanzar.
“Todos dicen que hay que prepararse económicamente para jubilarte. Pero lo que no te cuentan es que también hay que prepararse psicológicamente.”
— Dr. Riley Moynes
Sentirse autovalidado, autónomo y físicamente competente no es un capricho de vanidad, sino una fuente profunda de equilibrio mental y ánimo resiliente. Cuando ejercitamos nuestro cuerpo—con caminatas diarias, pilates, baile o cualquier movimiento que nos devuelva la sensación de “puedo con esto”—no solo reforzamos músculos y articulaciones, sino que enviamos señales poderosas a nuestro cerebro: “confío en ti, cerebro; responde con energía, claridad y optimismo”. Esa conexión bidireccional hace que una mañana activa se traduzca en menor ansiedad, mejor concentración y un humor más estable.
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Las 4 fases de la jubilación (y cómo atravesarlas)
Fase 1: Las vacaciones interminables
Es el comienzo. Finalmente libre. No hay despertador, ni jefe, ni rutina. Es como estar de vacaciones todo el tiempo: te levantás cuando querés, hacés lo que querés, y no hay obligaciones. Para la mayoría, esta fase dura unos 12 meses.
Pero después, ocurre algo inesperado: pierde el encanto. Aparece el aburrimiento. Y la pregunta inevitable: “¿Esto es todo?”
Al comienzo de la jubilación, te sumerges en una sensación casi mágica de libertad absoluta. Es como despertarte en una mañana de verano sin preocupaciones: el reloj deja de dictar tu día y cada jornada se presenta como un lienzo en blanco. Podés quedarte en la cama hasta que el sol te dé la gana, dedicar la mañana a un paseo tranquilo, leer esas novelas que esperaban en la estantería o descubrir un nuevo café en el barrio sin mirar el reloj.

Este período se siente como un regalo largamente esperado: no hay reuniones que atender, ni correos urgentes, ni jefes ni agendas que cumplir. Cada decisión —¿camino al parque o ir a gimnasia y pileta? ¿hoy me animo a ese taller de cerámica o invito a un amigo a un café?— te llena de entusiasmo y placer. El día se estira y podés saborearlo minuto a minuto, sin sacrificar ni un instante de tu libertad redescubierta.
Pero como toda luna de miel, este encanto no está llamado a durar para siempre. Al cabo de varios meses —o alrededor de un año—, esa ausencia total de obligaciones comienza a perder su brillo. De pronto, la pregunta más inesperada irrumpe en tu mente: “¿Y ahora qué sigue?”. Es en ese leve cansancio de la rutina sin rutina donde, sin darte cuenta, vas deslizándote hacia la siguiente fase. Pero mientras dure, disfrutá cada sorbo de café sin apuro y cada amanecer sin alarma: esta es la verdadera esencia de las vacaciones sin fin que la jubilación te regala. Ese momento es la señal de que comienza la siguiente fase.
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Fase 2: La pérdida y desorientación
Esta es la etapa más dura. Moynes la llama “el bajón”, y ocurre cuando nos damos cuenta de que perdimos más que un empleo. Cuando llega ese momento en que la brillante promesa de días sin alarma se torna un silencio incómodo, entras de lleno en la fase de pérdida y desorientación. Es como si, de pronto, el guión que habías seguido durante décadas desapareciera: la rutina que antes te marcaba el ritmo se esfuma, y con ella se desvanecen las certezas sobre quién eres y para qué sirve tu día. La ausencia de charlas mater con compañeros de trabajo o de reuniones que esperabas con emoción deja un hueco difícil de llenar.
Esa impresión de ser un actor secundario en la propia vida trae consigo una sensación de vacío que no habías previsto, y de pronto el miedo se instala en tus mañanas.

Quizá descubras que ya no reconocés el valor de tus experiencias: esos años de esfuerzo y responsabilidad, de decisiones importantes, ahora parecen no haber dejado huella. Y en ese desconcierto, pueden aflorar la tristeza, la ansiedad e incluso los nubarrones de la depresión.
Es como si un omnibus emocional te hubiera atropellado sin previo aviso: un choque brutal que sacude tu confianza y quiebra tu energía.
Te preguntarás si esto es normal o si te queda un rescoldo de fuerza para levantarte. ¿Cómo recuperar el interés por el día si, de pronto, lo que antes te motivaba ya no existe? Esta fase, aunque dolorosa, nos muestra hasta qué punto nuestras identidades estaban entrelazadas con el trabajo. Reconocer esa pérdida es el primer paso para preparar el terreno del cambio: enfrentar el duelo de lo que éramos para poder construir lo que podemos llegar a ser.
Las cinco grandes pérdidas que experimentamos:
La rutina
La identidad
Los vínculos sociales del trabajo
La motivación
La sensación de poder o relevancia
Todo eso desaparece de golpe. No lo vimos venir. Nos sentimos desorientados, vacíos, incluso deprimidos. Y con frecuencia, aparecen las llamadas 3D: Divorcio, Depresión y Decadencia física o mental
Sin embargo, la autonomía física nos legitima como protagonistas de nuestra propia historia. Cada paso decidido refuerza la convicción interna de que somos capaces de cuidar de nosotros mismos, tomar decisiones y adaptarnos a lo inesperado. Ese sentimiento de autovalía se proyecta directamente en el plano emocional: nos sentimos menos vulnerables ante los cambios y más dispuestos a afrontar retos con serenidad. Además, el cuerpo en movimiento libera endorfinas y otras neuroquímicas que actúan como antídotos naturales contra la tristeza o la apatía, reforzando el estado de ánimo.
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Fase 3: Ensayo y error
Cuando uno decide que no puede ni quiere seguir sintiéndose así por los próximos 20 o 30 años, empieza esta fase. Es una etapa de exploración. De probar. De fallar y volver a intentar.
“¿Cómo puedo volver a sentir que mi vida tiene sentido?”
“¿Cómo puedo contribuir?”
Moynes cuenta sus propios intentos:
Se unió a la junta del vecinos y no prosperó en cambios significativos
Intentó estudiar Derecho y ser mediador, Hizo un curso de resolución de conflictos; lo hizo pero tampoco avanzó.
Creó un taller de autobiografía
Nada funcionó del todo. Pero entendió algo clave: el sentido aparece cuando probás cosas que te entusiasman y que sabés hacer bien.
“Si no encontrás eso, hay muchas probabilidades de volver a la fase 2.”
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Fase 4: Reinventarse y reconectar
No todos llegan. Pero los que lo logran, son los más felices que Moynes conoció. Esta etapa implica responder grandes preguntas:
¿Cómo quiero vivir mis años restantes?
¿Cuál es mi propósito?
¿Cómo puedo ayudar a otros?
Las respuestas suelen encontrarse en el servicio y estilo activo: enseñar, acompañar, compartir experiencia, ayudar. Pero en la jubilación o en cualquier momento de la vida, saber que podemos valernos por nosotros mismos—caminar distancias, alzarnos con fuerza, estirarnos sin dolor—nos evita caer en los ciclos de inseguridad y miedo a perder el control. Esa solvencia corporal nutre la confianza mental: el diálogo interior se torna más amable, más dispuesto al “yo puedo” que al “¿y si no…?”.

Cuando, tras navegar por el caos del desconcierto y el vaivén de los intentos, llegás a un lugar donde cada día tiene un propósito, estás viviendo la fase de reinvención y reconexión. Es como despertar un domingo por la mañana sabiendo que hoy vas a enseñar algo que amas, compartir tu experiencia y ver cómo florece en los demás. De pronto, tu agenda vuelve a latir: hay reuniones y se crean equipos, intercambios de ideas, proyectos que nacen de tu propia pasión.
Formaban clubes de cine, bridge, golf o lectura
“En la cuarta fase, recuperás todo lo que perdiste en la segunda: la rutina, la identidad, los vínculos, la motivación, y el sentido de poder.”
Pero en la jubilación o en cualquier momento de la vida, saber que podemos valernos por nosotros mismos—caminar distancias, alzarnos con fuerza, estirarnos sin dolor—nos evita caer en los ciclos de inseguridad y miedo a perder el control. Esa solvencia corporal nutre la confianza mental: el diálogo interior se torna más amable, más dispuesto al “yo puedo” que al “¿y si no…?”.
Si te vinculas positivamente sentís que recuperás no solo la rutina, sino también la dignidad de tu identidad renovada. Aquellas conversaciones triviales junto al café se han transformado en encuentros cargados de significado: compartís aprendizajes tecnológicos con vecinos curiosos, guías arquitectónicas con estudiantes, o consejos de vida con jóvenes que te miran con admiración. Tu voz recupera el peso del valor que sólo los años te brindan.
La motivación regresa con fuerza renovada: hay objetivos que cumplir, clases que preparar, iniciativas que coordinar. Y, más que poder, recuperás la certeza de que tu contribución importa. Como protagonistas de un relato colectivo, tejés nuevos vínculos y fortalecés los antiguos, mientras descubrís que tu jubilación puede ser la etapa más intensa y satisfactoria de todas. Es entonces cuando todas las pérdidas del pasado se convierten en el combustible de un presente pleno y de un futuro que todavía te sorprende.
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Conclusión: prepararse para todas las fases
“Disfrutá tus vacaciones en la primera fase. Estás preparado para las pérdidas en la segunda. Probá y equivocáte todo lo que puedas en la tercera. Y aprovechá al máximo la jubilación en la cuarta.”
— Dr. Riley Moynes
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ACJ Activa para adultos y toda la vida
En Uruguay, donde más de medio millón de personas ya están jubiladas y muchas más lo estarán en los próximos años, es clave entender que jubilarse no es dejar de vivir. Es comenzar otra etapa —larga, profunda, desafiante— que puede ser la más rica de todas, si se transita con conciencia, compañía y propósito y de eso se trata el Programa para adultos ACJ Activa.
En definitiva, la fortaleza física, la autonomía personal y el voluntariado son pilares de una mente serena y un ánimo vital. Cuidar el cuerpo es, en última instancia, cuidar la salud emocional: es un acto de respeto hacia nosotros mismos que reverbera en cada pensamiento y emoción, y nos conecta con una versión de nosotros mismos más resiliente, creativa y feliz que puede contribuir con otros.
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